viernes, 17 de abril de 2015

Los errores más comunes, cotidianos diría: La palabra "carenciado" no existe. Se dice "pobre", "necesitado", "indigente" pero no carenciado. La hora se escribe así: "son las 18:00" o "son las tres de la tarde", pero no se agrega "hs". Es una regla de la Real Academia Española de la Lengua. Se sobreentiende que se está hablando de la hora. "Hace un tiempo atrás" es una redundancia, se dice "tiempo atrás" o "hace tiempo". Sería como decir "subir arriba" o "bajar abajo". El verbo "entrar" o "ingresar" debe llevar la preposición "en", no "a". "Entró en el comedor", por ejemplo. Hay frases que deben decirse y escribirse con la preposición "de". Por ejemplo: "estoy seguro de que" o "estoy convencida de que". En general se teme incurrir en el dequeísmo ("pienso de que", incorrecto)y entonces se elimina el "de" obligatorio para algunas frases. Uno está convencido "de algo", está seguro "de" algo. Esta regla, si uno se interroga mentalmente, ayuda a hablar con corrección. Más ejemplos: "¿Se acuerda de que se lo dije ayer?". "Me olvidé de la carta". "Me alegro de que estés bien". Uno se "alegra de algo", no se "alegra algo". Este simple recurso (hacerse mentalmente la pregunta, es infalible).

viernes, 20 de marzo de 2015

CELEBRACIÓN DEL OTOÑO "Paisaje de elegía" Soneto del libro "Otoño imperdonable" (María Elena Walsh) No escuches mi dolor, ni que me heriste. No te reclamo ya ningún acento. Solo en mi corazón la sangre es triste. (¡Oh lentas calles del otoño lento!) No te requiero un solo mandamiento. -Tú que me niegas, tú que no me diste-. No sientes esta muerte que yo siento. (¡Oh tristes voces del otoño triste!) Que solo a mis entrañas se refiera este clamor, este importante frío. Quiero que no te alcance su lamento. Pero si alguna vez te desespera un gran silencio, es el silencio mío. (¡Oh lentas sombras del otoño lento!)

lunes, 2 de marzo de 2015

El placer de releer

Uno de los más grandes placeres que brinda la literatura es volver a las páginas de los libros que nos han fascinado a lo largo de la vida. La segunda o tercera lectura no solo se disfruta: se encuentran matices y entrelíneas que no se percibieron antes. Los libros de la juventud toman otra dimensión.
Termino de leer una novela histórica que leí en mi adolescencia, y que no dudo muchos conocen: "Désirée", de la autora australiana Annemarie Selinko. Publicada en 1930, sin grandes ambiciones literarias pero con una precisión de lenguaje y de detalles que la hacen realmente deliciosa. Fácil de leer, es la historia de la primera novia de Napoleón, hija de un rico comerciante de sedas de Marsella, Éugenie Désirée Clary, que se relaciona con la familia corsa Buonaparte, pobrísimos inmigrantes que viven con su madre en un sótano maloliente, en Marsella. Son un montón de hijos de doña Letizia. Uno de ellos, Napoleone (luego cambiará nombre y apellido) y Désirée se enamoran, lo mismo que la hermana mayor de ella, Julie, que se casará con José Bonaparte. La familia Clary no ve esto con buenos ojos, pero tendrá que acostumbrarse. Napoleone es militar, tan pobre que no tiene un uniforme decente. Ambas hermanas, a punto de casarse con los dos corsos, bordan su ajuar con la letra B. La ambición de Napoleone es tan inmensa que, a la caída de la República, consigue empujar su carrera y es nombrado Primer Cónsul. Claro que a costa de abandonar a su amada Désirée por la más influyente Josefina Tascher de la Pagerie, viuda del vizconde Alexandre de Beauharnais, guillotinado en la época del Terror. Josefina introduce a Napoleón en los círculos más importantes y se casan. Inteligente y habil, Désirée sufre pero al tiempo conoce a quien será su marido y uno de los más importantes mariscales de Napoleón: Jean Baptiste Bernadotte. Se enamora de él y se casan, felices. El destino de las hermanas Clary es alto.
Napoleón decide autoritariamente que el título de Primer Cónsul le queda chico y se nombra a sí mismo Emperador. Obliga al Papa a venir a París a coronarlo en Notre Dame. Su fama crece y sus victorias militares se lo permiten. Se adueña poco a poco de casi toda Europa. Nombra a sus hermanos príncipes y reyes de los países y de las ciudades que va conquistando. Bernadotte y Désirée reinan en varios destinos hasta que llegan al trono de Suecia.
Es de destacar las páginas en las que la autora Selinko describe la coronación de Napoleón, con los detalles más precisos y bien logrados que he leído en estas novelas históricas. Con delicadeza cuenta minuciosamente el gesto soberbio e insolente de Napoleón de quitar de las manos del Papa la corona y coronarse él mismo, y también coronar él a Josefina como Emperatriz.
El texto no ahorra detalles y esas páginas son un verdadero placer.

Recomiendo este libro. Es fácil de conseguir por Internet.

sábado, 28 de febrero de 2015

Los beneficios de escribir

En un artículo de hace un tiempo, el doctor Eduardo Chaktoura menciona algo con lo que estoy completamente de acuerdo, por experiencia propia y ajena.
Dice Chaktoura: "En las últimas décadas diversas investigaciones científicas se han encargado de destacar el valor de la escritura como herramienta terapéutica. No es necesario conocer de reglas o técnicas narrativas. Solo hace falta papel, lápiz y animarse. Los estudios dicen que `cuando escribimos se produce un desbloqueo emocional intenso en el que se comprometen el pensamiento, la emoción y la palabra escrita`. "A través de la escritura, las personas con situaciones de estrés logran mejorar su bienestar psicológico y físico; descubrimos lo inconsciente, revertimos miedos, descubrimos las causas de tantos dolores, sufrimiento y limitaciones".
"Escriban sobre lo que surja: palabras, frases, cuentos, novelas. Escriban sobre temas en los que piensan mucho, que preocupan o que evitan; cosas con las que sueñan; cuestiones que afectan su vida en forma no saludable. Díganlo, escríban. Los escépticos pueden comenzar por escribir: me niego a escribir...".

Recomiendo esto calurosamente. He visto transformarse a muchas personas que se decidieron a escribir, a escribir cualquier cosa, sin pretensiones de hacer literatura,
Y algo más. cuenten a un cuaderno su vida, sus experiencias, quiénes fueron sus padres, cómo eran, cómo se vivía en aquella casa, cuáles eran las normas y las tradiciones. Dónde y cómo se veraneaba, cómo era la vida cotidiana el resto del año, sus primeras fiestas, sus enamoramientos, sus broncas y alegrías, qué les gusta y qué no.
¿Para qué todo esto? Para que los nietos y todos los descendientes sepan de dónde vienen. Si de esto no se habla, no saben ni cómo se llamaban sus abuelos, ni dónde vivían ni cómo eran. Es la propia historia, muchas veces clave para saber quién es uno.